sábado, 8 de octubre de 2011

Las estrellas

Mamá, adonde vas?-preguntó el niño.
Hijo mío, a aparcar bien el coche.
Salió por la puerta una noche de otoño cálida y fría a la vez. Respiró profundamente. Era la primera noche que salía con sus amigas. Lo necesitaba desesperadamente al igual que el silencio. Necesitaba el silencio de su casa, de sus costumbres desordenadas, de sus idas y venidas y del laberinto catastrófico de su existencia.Uno mas uno, no siempre son dos.
Ahora, llega la época del recogimiento, no solo porque hace frío, sino porque necesitamos el recogimiento interior, el que te lleva  a pensar.
Pensando, topé con un poema de Antonio Colinas. Os dejo un breve fragmento.

Hoy comienzo a escribir como quien llora.
No de rabia, o dolor, o pasión.
Comienzo a escribir como quien llora
de plenitud saciado,
como quien lleva un mar dentro del pecho,
como si el ojo contuviese toda
esa inmensa colmena que es el firmamento
en su breve pupila.
(...)
Comienzo a escribir y también la escritura
llora, porque respira y quema, porque pasa.
(...)












jueves, 17 de febrero de 2011

Solitud

Silencio, nada más que silencio. En la plaza de aquel pequeño pueblo me vi rodeada por el silencio, y quise compartirlo contigo. El tibio sol de invierno calentaba mis fríos huesos. La alta torre del campanario de la iglesia dio la una del mediodía. Un abuelito pasó por mi lado y me dio los buenos días; eso era cortesía, y no lo que encontrabas en la gran ciudad. En ese pueblecito hallé pequeñas casitas adosadas; todo era quietud. El único ser que se encontraba más solo que yo era el pequeño seto, que insistente, crecía paralelo a la torre del campanario. El sol iba y venía; como yo aquella mañana fría de invierno.

lunes, 14 de febrero de 2011

Llueve sobre mi

Llevo descosidos los botones de mi chaqueta vieja y gastada.
En los bolsillos, rouge a levre de diferentes colores, para mis diferentes estados del alma.
Voy y vengo de la estación de tren.
Llueve, llueve sobre mí; y sobre ti, nada de nada.
El día se ha presentado neblinoso,incluso en mi corazón.
Una tela lo envuelve, y yo no puedo soportarla.
Mis manos frías se esconden en los bolsillos de mi chaqueta vieja y gastada.
Sigo sin coser los botones, en los bolsillos ya no hay nada de nada.
Voy y vengo de la estación de tren.
Llueve, llueve sobre mi; y sobre ti nada de nada.
Voy y vengo, y entremedias, me dejo llevar como las hojas muertas un día de invierno.








Tornar-te a trobar

Feia anys que ens havíem barallat. Jo no vaig saber res més de tu ni dels teus pares i la vida va continuar igual tot i que sempre sabia alguna cosa sobre tu i els progressos que feies. Van passar els anys, em vaig treure la carrera i un bon dia vaig anar a parar al teu col•legi en aquell poble tan petit i tan deliciós. En un principi no et vaig reconèixer tenies dotze anys i t’havies convertit en tota una doneta. Em vaig assabentar que us havíeu mudat feia anys per un tema de feina del teu pare, que ells dos s’estaven separant i que tu estaves molt trista. Encara que em va costar molt apropar-me a tu, em vaig decidir a parlar amb tu car que jo era la psicòloga del col•legi. Al començament no em volies dirigir la paraula eres molt reservada i tímida i em va costar molt treure’t les paraules, ja que no feies cas de res. Però de sobte em vas començar a parlar d’una amiga del teus pares, que s’havia marxat una nit que vas sentir soroll i crits i que mai més la vas tornar a veure. Aquella amiga es deia Marilia i te l’estimaves molt, cantàveu cançons, jugàveu a pilota, us inventàveu històries i passejàveu a la vora del mar a l’estiu. En aquell moment em vaig posar a plorar. Tu quedares estranyada i no sabies que fer. A la fi et vaig dir qui era, perquè tu només coneixies una part del meu nom,Lia. Vas sortir corrents i jo vaig anar darrere teu. Anna , Anna cridava jo. Al moment et vas parar i vaig veure que tenies llàgrimes als ulls. Em vas preguntar que perquè t’havia deixat tan sola i que no em volies tornar a perdre. Et vaig abraçar i m’entres t’acaronava els cabells et vaig contestar:
- Ho sento germaneta, no ho tornaré a fer.....

La que me faltaba por encontrar

Sueño con otra vida, en otro tiempo, en otro espacio en medio de la gran ciudad.
Allí estas tú, te conozco desde siempre, paseando bajo las farolas de la plaza, bajo el sol y la luna, sin más suerte que la mía.
Las estrellas te llevarón a mi; era necesario conocerte, imposible perderte, obligado tenerte.
Caminabas solitario, me crucé contigo y sonreístes.
(Ahora ya nada es imposible)
Seguiste caminando, y yo me volví hacia tí.
Te perseguí, tú lo sabias.
Me encaminabas hacia tu rincón preferido de la ciudad.
allí nos volvimos a mirar, esta vez yo sonreí...
¿Quién eres?, pregunté.
Soy tú, tu otro yo, tu otra mitad, La que te faltaba por encontrar....

Helena

Y allí estaba ella, la mujer más bella de toda Grecia de la que todos los hombres se enamoraban perdidamente, de pie frente al abismo. Aquella noche de luna llena decidió saltar por un precipicio frente al mar. No soportaba ser considerada un trofeo preciado por los espartanos, un objeto de lujo, una nada. Decidida intentó su locura. Miró por última vez a la luna, y, en ese instante, una mano salvadora la cogió por la cintura. Paris fue su salvación. Ya nada los podía separar, su destino estaba escrito mucho antes de ese encuentro. La guerra estaba servida.

domingo, 6 de febrero de 2011

El pensar puro





Hoy te vi. Ibas de azul vestida por la calle. Tu sonrisa iluminaba el día.No te podía decir nada pues no nos conocíamos personalmente. Nos cruzamos y me miraste de soslayo, tenías prisa, ahora lo sé.

Pasaron los días en aquella mi vida gris, pero tú con tu sonrisa ponías la luz que yo necesitaba. Al fin, una mañana fría de enero me saludaste, y yo me sentí aliviado. Era imposible no caer rendido a tus pies y tú eso lo sabías. No se porque extraña razón entablamos una conversación que nos llevó a aquel café del centro de la ciudad, y, allí empecé a imaginar una vida contigo. Me contaste que trabajabas entre libros polvorientos y olvidados por el mundo, en una lúgubre calle próxima al Ayuntamiento. El trabajo te gustaba ya que en en los libros habías encontrado el saber del mundo. Me propusiste enseñarme aquella biblioteca tan peculiar y yo acepté encantado. Ahora sé que lo deseabas. Habías leído tu destino en uno de esos libros antiguos y en ese destino estaba yo.

Llegó el día tan esperado pero tú no apareciste y me quedé plantado en la puerta del edificio en donde habíamos quedado. Alguien me llamó y me hizo pasar a la biblioteca: era tu secretaria. Me dio una nota de tu parte. En ella me decías que el trabajo que tu realizabas era mío. No entendí nada de nada. Continuabas diciendo que no sería fácil compaginar mi vida con el saber del mundo. Me senté delante de una mesa llena de papeles amarillentos. Me tocaba a mi continuar con tu labor.
Al final te despedías: algún día volveremos a vernos. Yo iré vestida de azul, tendré prisa y te miraré de soslayo. No me reconocerás, aunque en una mañana fría de enero iniciaremos una conversación. Yo te hablaré del saber del mundo y tú imaginarás una vida conmigo.