domingo, 13 de diciembre de 2015

Castillos en el aire




Hola, soy yo. Te escribo otra vez y quizás sea la última. Quiero saber la verdad de lo que nos pasó. Sé que parece un intento desesperado por llamar tu atención, pero nada más lejos de la realidad. Aquí estoy, de nuevo en este bucle, que siento que no me lleva a ninguna parte. Han pasado meses sí, pero soy yo la que vuelve una y otra vez. Sigo persiguiendo castillos en el aire que se desmoronan a mi paso. Veo tu cara en ellos y ninguno se mantiene en pie. Son sólo sueños incumplidos y me es imposible ni tan siquiera rozarlos.
Recuerdo la última vez que nos vimos y de cómo posé mi dedo travieso en la comisura de tus labios. No hables, te dije, mantente en silencio. Hemos venido a parar el reloj mientras removemos el café amargo de una tarde de invierno. Quería oír el sí pero sale un no atropellado de tu boca. Me esfuerzo en una batalla dialéctica que no nos conduce a ninguna parte. Soy más que una muñeca rota que tienes escondida en el armario. Te lleno de instantes preciosos que no sabes atrapar en tu tela de araña frágil y pretenciosa. Soy tu castillo de arena, erigido en mi mente, pues es más bonito decir que lo mío es puro cuento intentando salir de mi imaginación, arañando la realidad.
Intento adivinar cuál será el siguiente paso que darás, ya no te escucho y remuevo mi café. Divago y miro tus manos que se mueven inquietas.Todos tus gestos me indican que no, que no hay solución final para el fino polvo, que como una lluvia, va cayendo a nuestro alrededor.
E imagino que nos deshacemos, y que intento asirme a tus manos, pero mis dedos ya no son de carne y hueso. Y nos convertimos en un castillo minúsculo de arena, en medio de la mesa. Las tazas y las cucharas forman el torreón que nos vigila de cerca. El café se derrama y forma una amalgama con el azúcar. Es lo único dulce que quedará de nosotros en aquel rincón que hicimos nuestro.

Todo está en nuestra mente, y ella es tu peor enemigo. No me conformo con estar sin ti. Yo sólo quiero estar contigo. Voy a construir un mundo imaginario contigo, porque en el real es imposible. (COCH)





jueves, 10 de diciembre de 2015

Carta al Señor Flores




Barcelona, 20 de octubre de 2015
Estimado señor Flores:
Aún recuerdo los años dorados de nuestra juventud. Le escribo con cierta nostalgia sí, porque hace mucho tiempo que no sé nada de usted. No tengo ni correos personales ni números de teléfono suyos, sólo una vieja dirección postal, que espero que esté operativa o al menos alguien le pueda hacer llegar esta carta.
Sé que nos peleamos años atrás pero ahora en la distancia veo que usted tenía razón y yo no. Hace unos meses encontré los papeles que se perdieron misteriosamente. Estaban en una caja en el altillo de la casa del lago. Gracias a que he podido recuperarlos, ciertos asuntos que tenía pendiente se han solucionado y deberíamos vernos porque en cierto sentido esto le repercute a usted también. Debe de firmar un par de papeles, ya sabe usted que son importantes para ambos. No son minucias, téngalo en cuenta.
Debería acudir a mi despacho de abogados situado en Diagonal 444, primer piso. Allí le indicarán qué hacer y se lo explicarán todo. No tema, yo no apareceré por allí tengo otros asuntos que me mantendrán lejos de la ciudad condal. Me esperan en París y Londres y debo tomar un avión lo más urgente posible, y lo más probable es que cuando usted reciba está carta yo ya estaré fuera volando hacía mi destino.
Debo decirle que hemos estado indagando su dirección de correos y algún teléfono a su nombre sin éxito. Se guardó usted bien las espaldas y eso que al final quien estaba equivocado era yo, y no usted. Le pido disculpas y espero me las acepte. Todo el rencor se marchó en cuanto descubrí los papeles en aquella maldita caja. Los chicos de la mudanza la dejaron en el altillo entre otros malditos trastos y nadie se acordó que estaban allí. Este último verano fuimos a pasar unos días con la familia y mientras buscábamos unos viejos discos se obró el milagro. Mi mujer me echó en cara mi dejadez y mi rencor hacia usted, porque siempre lo he tenido presente durante estos años, todos los días de mi vida.  Y ahora ya se acabó todo.
Qué pena que ya nunca más nos tomaremos un whisky escocés gran reserva en aquel club del Borne y charlaremos sobre la vida y los amores que nos atañían en nuestra juventud. Si algún día tiene las agallas suficientes para llamarme, estaré esperándolo, no lo dude.
Quiero comunicarle también que dejé recado en casa de su hermana y de su madre. Si las encontré, fue fácil, ellas no se escondieron tan bien como usted. Pero no se preocupe, tan solo dejé esta misma carta que espero que está leyendo en estos momentos.
Un saludo muy grande. Espero recibir noticias suyas en breve por parte de mis abogados.

Atentamente,

Marco de Ribas Altell.

martes, 24 de marzo de 2015

Instantes de placer






De pequeña cazaba mariquitas para verlas volar; las cogía y dejaba que recorrieran mis manos hasta llegar a la punta de mis dedos y era en ese instante que abrían sus alas y me abandonaban emprendiendo el vuelo hacia la libertad. Nunca llegué a capturarlas para verlas morir, o torturarlas, sólo lo hacía para verlas volar. Me gustaba seguir el recorrido que hacían en mi piel y sentir el pequeño cosquilleo que me producía aquel insecto tan minúsculo.


A veces creo que por instantes de placer he sido engañada y mi alma arrancada y vendida al diablo. He sido la única para ti el tiempo suficiente para que me utilizaras a tu antojo y me hicieras volar como esa pequeña mariquita. Yo posada en tus manos, recorriendo tu piel, ansiando la libertad de tu cuerpo.

A veces creo que he muerto por instantes de placer, anidada en tu pecho, enredada en tus brazos, perdida en tu boca. Enraizada en tu cama sin salir de ella cada noche, acudiendo a la llamada señorial de tu figura imponente. 

A veces creo que un instante de placer es verme mojada por la lluvia, porqué así nadie sabe que lloro y las lágrimas se confunden con el el agua regada por las nubes y aflora el diluvio que existe en mi interior. 

A veces creo que no existen los instantes de placer, que son sólo puro espejismo, como tus ojos, tus manos, tus necesidades ingratas hacia mi, tus mentiras compasivas, tu huida hacia ninguna parte y sin vuelta atrás. 

A veces creo que muchos amantes, por instantes de placer, ponen su vida en refugios llenos de falsedades; ponen su vida en entredicho y se diluyen en el tiempo para ser solamente corderitos huyendo del lobo. 

A veces creo que ya no creo ni en instantes de placer, ni en la verdad de tus historias, ni en estrellas pérdidas ni en puñetas varias. 

A veces creo,  no en eso no creo sólo a veces, creo en mi misma y en los instantes de placer que aún me quedan por vivir, aunque crea que todavía están por llegar, los verdaderos, los que se quedan eternamente aquí, conmigo. 

martes, 3 de marzo de 2015

Sin alas








Sé de un sitio donde dejan entrar a ángeles (Marwan)




Nunca me sentí el centro de tu universo. Más bien era un satélite orbitando alrededor tuyo, esperando que te decidieras a venir por mi y así ambos poder orbitar en el mismo sentido. La esperanza me sirvió para afrontar los días que no pasaba junto a ti y de ella me serví par atraerte contándote el mito de Pandora y llegar a albergar cierta esperanza de estar contigo, esa esperanza que se quedó en el fondo de la caja cuando Pandora la abrió y se expandieron todos los males, quizá el peor de todos ellos.

Corté mis alas por ti o eso intenté tan solo por seguirte y caer en una espiral de desamor, intentando una y otra vez llegar a tu corazón, tarea ardua e imposible. Cada vez que yo abría mi corazón venías con tus estúpidos argumentos y el candado se cerraba de nuevo. Volvía a ti una y otra vez como un ángel desprovisto de alas y la boca cerrada con cuatro puntos de sutura. Eras especialista en enamorarme en camas que no nos pertenecían y en darme caricias que me quemaban la piel.

Me deshacía en tu boca cada vez que te besaba y me perdía en tu mirada de diablo travieso y no me daba cuenta del los tres seises que albergabas en tus ojos oscuros, esos que me llevaban de cabeza a la montaña rusa más tortuosa jamás construida. Para ti era la chica tremenda que no entendía de tus desajustes cerebrales y emocionales y la que no te daba tiempo, ni lugar, ni espacio. Estando desprovista de mi coraza protectora decidí volver a vestirme con ella, está es nueva, más ligera por si un día decido caminar más liviana y volver a despojarme de ella.

Una mañana fría de enero mis alas volvieron a crecer y la sonrisa volvió a mi rostro. Entré en el antro de los ángeles caídos, aquellos que aún deben expiar sus pecados dando gracias al universo por continuar en la tierra. Me instaron a pedir mis deseos al universo y a dejar de proyectar mi realidad más abrumadora. Si escribo esto es porque te dedico un último adiós. Renacida vuelvo a volar ya sin trozos que juntar en este puzle,por fin acabado.