jueves, 29 de mayo de 2014

Recuerdos








Me topé con un vampiro una noche fresca de octubre. Le pedí que con su poder mental borrara mis malos recuerdos y así empezar de cero con mi vida nefasta. No lo hizo por supuesto, me arrancó mis vestiduras y me jodió allí mismo en el bosque bañado por la luna. Me llamó niña ingrata y sucia y yo me dejé llevar por la inocencia de la oscuridad y por su cuerpo esculpido por decenios de sabiduría. No me deshice de mis problemas mentales, pero me dio una noche de pasión irrefrenable y me instó a repetir al día siguiente, y yo como una zombie iba y venía al bosque bañado por la luna.

El vampiro me contó que yo era su fresquita, no penséis mal, no soy una fresca en el mal sentido, yo era una humana de la que alimentarse sin llegar a convertirla y así de paso solucionaba sus instintos irracionales con el sexo. El vampiro me hipnotizaba y yo acudía a su llamada cada noche. Quería contarle mis problemas con los hombres y hablaba y hablaba pero el vampiro tenía otras pretensiones, me despojaba de mis ropas y me besaba con pasión a ver si de una vez me callaba y me concentraba en pegar un buen revolcón en la tierra mojada del bosque bañado por la luna.

Le pedí que me convirtiera en uno de ellos, pues estaba cansada de ser una mortal, y deseaba convertirme en una mujer poderosa, en una vampiresa errante que recorriera el mundo sola sin nadie a mi lado. El vampiro se negó por la sencilla razón de que caminar errante por la vida solos, es una auténtica maldición. Vas perdiendo a la gente que te importa a lo largo de los años, de los decenios, de los lustros, de los siglos. Me confesó que se había enamorado tantas veces y tantas otras había perdido a la persona amada que se hizo una promesa a sí mismo, la de no volver a enamorarse y si lo hacía, en el momento de perder a la persona amada, clavarse una estaca en el corazón y convertirse en cenizas.

Poco a poco los malos recuerdos se iban borrando de mi mente. Ya no podía recordar el pasado ni mis malas experiencias con la vida, con los hombres, esos auténticos peter pans con un miedo atroz al compromiso, faltos de valores, de amor propio, de dignidad. Llegué a desarrollar una memoria selectiva llena de pequeños detalles que debía anotar en un pequeño diario. El diario lo olvidé también en el cajón de los calcetines, porque allí no rebuscaba nadie, ni tan siquiera yo, ya que los calcetines vivían en la pura anarquía, desordenados, como mis pensamientos.

Olvidé enamorarme de la persona indicada en el momento propicio; mi capacidad de amar se vio truncada. Me olvidé de besar con pasión, sólo lo hacía con el vampiro aunque al día siguiente lo olvidada. Ya no regalaba sonrisas como antes pues no recordaba ni como hacerlo. Había perdido la capacidad de guiñar un ojo de forma pícara y no sabía como montar en bicicleta, ni conducir, ni leer un libro. Olvidé el abecedario, a mi madre, a los gatos hasta me olvidé de comer y de escribir en mi blog. Todo, todo lo olvidaba irremediablemente. Y una noche me olvidé de ir al bosque bañado por la luna y el vampiro vino a buscarme.

-Llegó tu hora preciosa mía, es hora de que vuelvas a recordar y cargues con el peso de tu pasado, de tu presente y de tu futuro. Me acompañarás en esta vida infinita y llegaras a poseer los secretos de la oscuridad, de la vida y del amor. Te convertirás en vampiro y vagarás junto a mi, errante, poderosa y para siempre. Tu único infortunio será poseer una memoria prodigiosa y recordarlo todo aunque duela. ¿Estás dispuesta a pagar ese precio?















sábado, 17 de mayo de 2014

Dulce tortura





Atada, maniatada, desde mi postura puedo ver las mariposas que tienes pintadas en la pared. Estoy en una silla semidesnuda porque tu lo has querido de esta manera, para darme el placer más indescriptible según me has relatado en nuestras conversaciones telefónicas más tórridas, siempre de noche y entre susurros y jadeos a horas intempestivas y nada permisibles.
Y me parece que las mariposas vuelan como yo y se van entre las flores del valle bajo el tibio sol en dónde mi piel se broncea desnuda y gotitas de sudor recorren mi ombligo.
Y espero recibir tu lengua voraz en mi sexo, es lo que más anhelo por el momento pero antes me acaricias lentamente, desde las puntas de mis dedos, hasta mi cabello rizado y revuelto, recorriendo mi piel milímetro a milímetro con tu lengua, con tus manos suavemente perfumadas con aceite de argán.
Y tientas mi sexo con tus dedos inquietos y te pido que me desates y me lleves a la cama, no puedo disfrutar desde está posición, no puedo darte todo lo que quiero y necesito que continuemos de otra forma, pues esto para mi es un dulce infierno sinuoso.
Me complaces, pero antes vendas mis ojos, y lo último que veo son esas tiernas mariposas de colores que vuelan libres a su antojo en la pared del comedor. Y susurras palabras cargadas de intenciones deshonestas mientras me diriges hacia tu habitación y me llega el dulce perfume de sándalo que se desprende de un rico incienso que poco a poco se consume.
Y te desprendes de tu ropa, siento como caen al suelo tus vestiduras, cuál pétalos de flores y vuelves a mi, como un adán pero sin la hoja de parra en tu sexo y acabas de desnudarme por completo, me despojas de la falda, de las braguitas, aunque lo único que me dejas son esas medias de red a medio muslo que te gustan tanto y me pides que me quede muy quieta o si no volverás a atarme.
En esta posición  privada de la vista, recuerdo nuestras llamadas calientes, las fotos eróticas de whatssap nuestra incipiente complicidad, como poco a poco íbamos creando una historia para luego recrearla en persona.
Nos besamos descontrolados y no puedo evitar acariciarte y lanzarme de cabeza al infierno de tu cuerpo. Soy una suicida inevitable porque quiero morirme en el infierno que es tu cuerpo y recordar las alegres mariposas que un día dibujaste en mi piel sentada en una silla mientras me susurrabas palabras inocentes al oído para luego transformarlas en una realidad inevitable.