miércoles, 26 de junio de 2013

Asesinada


Salvajemente asesinada por tu miembro he quedado muerta. Yazco entre las sábanas de seda de mi oscura habitación; estoy muerta, sin pulso, con las pupilas dilatadas y los brazos extendidos en cruz. El perfume de tu sexo impregna todo mi cuerpo, toda la habitación y me ha embriagado por completo. Salvajemente asesinada por tus besos, por tu lengua afilada y obscena que no ha dejado rincón de mi cuerpo sin estocar. En mis oídos aun puedo escuchar tus jadeos, tu dulce voz, tus palabras ingratas y estremecedoras: voy a asesinarte de placer y te abandonaré ya muerta en tu cama. Entre una confusión de cuerpos, manos y pies me asesinaste salvajemente. Yazco muerta por tus continuas penetraciones. Ya nunca más volveré a recobrar el aliento; te lo llevaste contigo y me avisaste pero yo no lo creí.

Llegaste como un vendaval a mi vida y te fuiste destrozándolo todo como un tornado furioso y dejaste mi vida desordenada y confusa. Y para acabar de rematar tu violencia innata, yazco ahora muerta entre mis sábanas de seda. Lo preparaste todo a conciencia, tu coqueteo estúpido, el aleteo de tus pestañas como inútil mariposa, tu sonrisa torcida y anacrónica, tus ojos oscuros y profundos, tu aliento ácido y tu saliva caliente…

Pensé estar contigo en el paraíso, pero lo que no sabía es que acababa de abrir la puerta a los infiernos, intenté escapar, pero no me dejaste, me abrazaste fuerte y me hiciste sentir como una niña miedosa. Pasamos tardes calientes y bochornosas en el infierno con las manos entrelazadas, yo cabalgándote desaforadamente y tú con las manos en mi cintura pidiéndome más.

Cuando por fin escapé, y volví a retomar mi vida, no lo aceptaste y te llevaste mi alma, porque mi cuerpo ya no te pertenecía, ya no me pertenecía. Es por eso que yazco muerta entre mis sábanas de seda. No supe ver tus ojos de diablillo travieso…

Contornos



En la tarde adormecida sigo tus contornos y no me importa que sean imperfectos. Resigo tu rostro cansado, tu mueca torcida, tus arrugas desprovistas de toda delicadeza, tus manos que se confunden con las mías. Resigo un sinfín de líneas que me llevan a tu cuerpo desgarbado y voluptuoso. Amo tu imperfección que al igual que la mía, son desordenes de nuestra propia naturaleza. Aun así tengo la convicción de que somos seres perfectos pero que pasamos desapercibidos por este mundo inconstante y desordenado. La tarde languidece junto a nuestros cuerpos imperfectos y tus dedos resiguen mis curvas deshonrosas y pasadas de moda. Con todo, sigo amando  el sentimiento mutuo que nos profesamos, los gestos dulces, los besos que me recuerdan los años vividos, las caricias sedosas que son tuyas y mías.

Has quebrantado toda mi voluntad, has penetrado en mí una y mil veces en un juego infinito de delirios placenteros. No hay rincón de mi cuerpo que no se excite con cada acometida que me prodigas. Nuestras lenguas desbocadas se unen en una especie de rito transmitido por los ancestros. Nuestros contornos se confunden en esa tarde errática y melancólica.

En la tarde denostada se unen nuestros contornos para fundirse en uno solo. Solo los buenos amantes entienden ese momento acaecido en esa fragua ardiente, que llega a  forjar un solo cuerpo majestuoso, apolíneo, incandescente, envuelto en pura eternidad.  Navego en tu cintura y en ese deleite nos dejamos llevar hasta alcanzar un orgasmo cósmico, mezcla de un Big Bang descontrolado henchido de un éxtasis lujurioso. Es entonces que exploto en miles de pedazos, y los voy dejando en cada esquina recordada por ti; exploto en miles de fragmentos que deposito en esta alcoba para que sueñen contigo. Exploto junto a ti en un torrente de lágrimas que se derraman incontroladas; y en esa explosión arrolladora te llevo conmigo en cada átomo de mi ser.

Y te seduzco para que vengas conmigo – más allá al infinito – porque sé que mis contornos ahora se desdibujan con los tuyos invariablemente.

Deslenguada




¡Ja! Que risa que me da. Me dijo que tenía la lengua muy larga y que quería escarbar en mis profundidades con ella. Cada noche quería follarme por escrito, pero yo no le dejaba porque me encantaba jugar a ser una princesa destronada. También me dijo que la tenía grande, muy grande, pero eso a mí me traía sin cuidado. Mucho blablabla, pero poca acción; demasiados desastres en mi vida ya. Los charlatanes transcurrían por mi vida como las lágrimas vertidas por culpa de ellos. Altos, bajos, feos, guapos, despistados, bipolares, locos de atar... Pocos eran los que dejaban una huella indeleble en mí. Pocos eran los que me hacían palpitar el corazón.

 ¡Ja! Que risa que me da. Yo llevaba la falda muy corta y un una camiseta de tirantes. Me pasé un verano entero con esa falda minúscula que a ratos se resbalaba ella solita junto con mis bragas. Necesitaba amor. Mucho amor, y ¿que queréis que os diga? Sexo también. Aprendí a beber cerveza y a caminar con paso firme y seguro, como una diosa poderosa dadora de vida. Pasé de rubia tonta a pelirroja divertida y cuando me cansé de tanto deambular vestida de fuego me calmé un poco y me convertí en una morena inteligente.

¡Ja! Que risa que me da. Morena inteligente… El follador que me follaba por escrito cada día se superaba a si mismo. Me encantaba su lengua larga, larga, que intentaba lamerme a través de las palabras. Y su sexo que apuntaba al cielo cada vez que yo abría la boca para recibirlo. Poco a poco construíamos una historia sexual que no se correspondía con la realidad. Aunque éramos tiernos como magdalenas recién hechas ya no hubo remedio para nosotros, por mucha masturbación conjunta y orgasmos al unísono.

¡Ja! Que risa que me da. Se nos acabaron las palabras, ya no sabíamos cual utilizar para seguir follándonos por escrito. Una pena según tú, y dejamos de gustarnos. Me propusiste quedar, pero yo prefería seguir leyendo literatura erótica que quedar con un tipo que se le habían acabado los recursos para follarme por escrito. Seguí buscando en el diccionario palabras rocambolescas y así volver a cazar a un desvergonzado como yo.

 ¡Ja! Que risa que me da. Muy pocos saben ambientarse en un entorno verdadero y buscan el entorno virtual para ladrar igual que los perros. Aúllan a la luna en busca de una hembra en celo que apacigüe sus instintos animales. Beben los vientos por ninfas desesperadas en busca de un poquito de amor. Pasé por estados alterados disfrutando cada paso que daba y compadeciéndome después por lo acontecido. Llegué al extremo de no entenderme a mi misma porque mis etapas de vida no se correspondían con mi edad verdadera.

¡Ja! Que risa que me da. Pinté mis uñas con tonalidades oscuras y me propuse soltar mis quejas al viento para que este, se las llevara lejos, lejos a los hielos infinitos. Busqué otras manos que acariciaran mis pechos y que me dieran treguas descosidas. Me compré otra falda más corta y otra camiseta de tirantes, pero esta vez todo con un ligero toque de arco iris. Busqué palabras deslenguadas en bocas promiscuas que me alegraran la existencia cotidiana. Los corazoncitos de colores se acabaron para mí. Volví a mis risas sardónicas de siempre, y finalmente encontré a otro follador lascivo que volvió a follarme por escrito.