De Alto Cedro voy para Marcané
Llego a Cueto voy para Mayarí.
El cariño que te tengo
Yo no lo puedo negar
Se me sale la babita
Yo no lo puedo evitar.
Cuando Juanica y Chan Chan
En el mar cernían arena
Como sacudía el "jibe"
A Chan Chan le daba pena.
Limpia el camino de paja
Que yo me quiero sentar
En aquel tronco que veo
Y así no puedo llegar.
De Alto Cedro voy para Marcané
Llego a Cueto voy para Mayarí.
(Letra de la canción, Chan Chan de Buena Vista Club Social)
Y me contaste esta historia envuelta en vapor de humo de velas aromáticas. Sucedió en repetidas ocasiones en una habitación iluminada por la tenue luz de veinte velas blancas perfumadas con olor a sándalo. La canción de Buena Vista Club Social sonaba en bucle una y otra vez durante toda la tarde mientras lentamente te enamorabas de aquella chica a la que acariciabas con deleite. La Habana se metió en vuestros huesos, era vuestro paraíso utópico aunque tú, nunca la llevarías a ella a ese país y no cumplirías nunca tu promesa, pues la querías solo para ti y no ibas a soportar las miradas lascivas de otros hombres.
Tú lo sabias, sabías que ella era una chica compartida; tu eras el chico malo con oficio pero sin beneficio. En cambio, el otro era un chico adinerado, de buena familia pero algo insulso en temas de sexo. Lo sabías, lo sabías muy bien que eras solo un mero juguete en manos de ella, que justamente lo elegiría a él y tu marcharías con el rabo entre las piernas - nunca mejor dicho - .
Pero vuestros encuentros olían a sexo y pólvora disparada de vuestros cuerpos. Ella sabía poner la magia velada de la noche, la pasión descontrolada de vuestros besos, se te caía la babita, no podías negar el cariño que sentías por ella.
Poco a poco ella se alejó de ti; se acabaron las llamadas intempestivas a medianoche para propiciar un encuentro altamente erótico lleno de locura. Ella lo eligió a él, eligió el dinero, la buena vida, la vida cómoda que tu no le podías facilitar.
Años después me regalarías esta historia, para que yo la escribiera. Me contaste que la viste una tarde desde tu coche tiempo después de haberlo dejado, años tal vez. Tu sorpresa fue aún mayor cuando comprobaste que estaba embarazada y que se la veía feliz.Tu fuiste el chico malo que le dio más placer que ninguno y el que acabó siendo abandonado como un perro en la cuneta.
Viajaste a la Habana en tu madurez, y en cada rincón de la isla, sonaba la canción, pues tu la demandabas por doquier en un tributo hacia ella: "El cariño que te tengo, yo no lo puedo negar. Se me sale la babita, yo no lo puedo evitar..."