martes, 14 de octubre de 2014

Tengo un plan







“No solo tus intentos dirigidos hacia el amor te causan sufrimiento. Todos tus intentos siempre acaban en sufrimiento, sin exclusión finalizan en el sufrimiento; porque todos los intentos surgen del ego. No hay esfuerzo que pueda triunfar porque el ejecutor es la causa de todo sufrimiento”. Osho


-Hola dragoncito, ¿qué tal todo?-

-Hola preciosa, muy bien, haciendo un poco de sopa para cenar. Y tú, ¿cómo estás?

-Pues otra vez un poco deprimida. Quise acabar una historia inconclusa de la mejor de las maneras posibles, creí que no me iba a afectar pero aquí estoy llamándote porque necesito hablar contigo…

-Es muy típico de las chicas querer dejar las cosas inconclusas, las que no acabaron bien, con un final feliz. No hace falta volver al pasado una y otra vez, ¿no os dais cuenta de que es una forma de torturaros?

-Cierto -le contesté a mi amigo el dragón- pero yo necesito cerrar esa puerta para poder estar en paz conmigo misma y deshacerme de la losa que llevo en mi pecho cada vez que me asaltan los recuerdos que he vivido intensamente. Me reafirmo en la necesidad vital de seguir mi camino, soltar las piedras de mi mochila y mirar al cielo, como cuando por primera vez montas a caballo y te obligan a bajar un pequeño montículo. No debes de mirar al suelo, porque lo más seguro es que te caigas o te entre el pánico; lo más importante es mirar al cielo y encontrarte con las nubes.

-Entonces, ¿por qué vuelves una y otra vez a ese continuo error de dejar que el lobo asome la patita? –me preguntó mi amigo el dragón con sorna.

-Creo que el pasado forma parte de nosotros, de lo que estamos hechos. Y es inevitable equivocarse de sendero una y otra vez. Por eso hablo contigo hoy, porque lo necesito.

-Mira preciosa, estas llena de pasión y amor, y tienes muchas ganas de entregarte. En tu interior sabes lo que debes hacer. No quiero verte con la sonrisa rota, sabes que eres la chica con la sonrisa rizada más bonita que he visto nunca. Y en serio, no pasa nada por decepcionar a alguien o caerle mal a algunas personas, no podemos caerle bien a todo el mundo. Y sabes que los amigos que se van no son amigos, solo los buenos permanecen. Con todo esto quiero decir que si tienes que mandar al carajo a alguien, hazlo y ni lo dudes. Continua tu vida y se feliz. 

-Lo intentaré.

-Y otra cosa más -agregó- Nunca, nunca dejes que nadie decida por ti…

-Bueno creo que tomo decisiones a diario, estoy más que segura de que nadie decide por mí…

-¡Ni hablar señorita! –Espetó mi amigo el dragón- tú sabes que es lo que quieres y no lo dices. Dejas que algunas personas –y estamos hablando de tus rolletes sentimentales- decidan dónde, cuándo y cuánto dura esa relación. Aprende a decir que no ¡Say no!

-Pero...-balbucee

-Hoy has ido a montar a caballo, ¿verdad?

-Si –respondí.

-Verdad que si dejas comer al caballo una sola vez la hierba del campo mientras tú estás arriba montada, ¿lo hará más veces?
- Si es cierto.

-No debes dejar que lo haga, porqué si el caballo se da cuenta de esto lo hará más veces y te tomará el pelo una y otra vez. Debes de tirar de las riendas hacía el lado contrario para que suba la cabeza y sigáis vuestro camino, correcto, ¿verdad?

-Sí, hoy pude experimentarlo por primera vez.

-¿Lo ves? ¿Y qué tal la experiencia?

-Pues sentía que era yo quién llevaba las riendas, sé que esto es muy obvio pero tú debes mandar por encima de todo. También es cierto que tenía un poco de miedo ya que el caballo se puede desbocar y galopar como un loco. A ratos sacaba mi genio, sólo un poco, suficiente para tomar el control.

-Amiga, déjate llevar en esta vida llena de curvas sinuosas. Ríe, ama a quién se lo merezca y diviértete todo lo que puedas. Medita con el corazón y con la cabeza. Encuentra tu justo medio, tu equilibrio interior. Deja que surja la magia en cada rincón de tu ser. Recuerda, eres grande, profunda, emocional, intensa y magnífica. Y vuelvo a repetir, decide bien y sigue tu camino.

-Gracias dragoncito por hacerme entenderlo todo un poco mejor.

Acabamos la conversación porque ya era muy tarde y el dragoncito debía cenar. Yo me fui a dormir con mi cabeza aún revuelta de tanto que pensaba últimamente. Debía de tomar una decisión. El dragoncito me abrió los ojos y por fin tenía un plan.

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