Barcelona, 20 de octubre
de 2015
Estimado señor Flores:
Aún recuerdo los años dorados
de nuestra juventud. Le escribo con cierta nostalgia sí, porque hace mucho
tiempo que no sé nada de usted. No tengo ni correos personales ni números de
teléfono suyos, sólo una vieja dirección postal, que espero que esté operativa
o al menos alguien le pueda hacer llegar esta carta.
Sé que nos peleamos años atrás
pero ahora en la distancia veo que usted tenía razón y yo no. Hace unos meses
encontré los papeles que se perdieron misteriosamente. Estaban en una caja en
el altillo de la casa del lago. Gracias a que he podido recuperarlos, ciertos
asuntos que tenía pendiente se han solucionado y deberíamos vernos porque en
cierto sentido esto le repercute a usted también. Debe de firmar un par de
papeles, ya sabe usted que son importantes para ambos. No son minucias, téngalo
en cuenta.
Debería acudir a mi despacho de
abogados situado en Diagonal 444, primer piso. Allí le indicarán qué hacer y se
lo explicarán todo. No tema, yo no apareceré por allí tengo otros asuntos que
me mantendrán lejos de la ciudad condal. Me esperan en París y Londres y debo
tomar un avión lo más urgente posible, y lo más probable es que cuando usted
reciba está carta yo ya estaré fuera volando hacía mi destino.
Debo decirle que hemos estado
indagando su dirección de correos y algún teléfono a su nombre sin éxito. Se
guardó usted bien las espaldas y eso que al final quien estaba equivocado era
yo, y no usted. Le pido disculpas y espero me las acepte. Todo el rencor se
marchó en cuanto descubrí los papeles en aquella maldita caja. Los chicos de la
mudanza la dejaron en el altillo entre otros malditos trastos y nadie se acordó
que estaban allí. Este último verano fuimos a pasar unos días con la familia y
mientras buscábamos unos viejos discos se obró el milagro. Mi mujer me echó en
cara mi dejadez y mi rencor hacia usted, porque siempre lo he tenido presente
durante estos años, todos los días de mi vida. Y ahora ya se acabó todo.
Qué pena que ya nunca más nos tomaremos
un whisky escocés gran reserva en aquel club del Borne y charlaremos sobre la
vida y los amores que nos atañían en nuestra juventud. Si algún día tiene las
agallas suficientes para llamarme, estaré esperándolo, no lo dude.
Quiero comunicarle también que
dejé recado en casa de su hermana y de su madre. Si las encontré, fue fácil,
ellas no se escondieron tan bien como usted. Pero no se preocupe, tan solo dejé
esta misma carta que espero que está leyendo en estos momentos.
Un saludo muy grande. Espero
recibir noticias suyas en breve por parte de mis abogados.
Atentamente,
Marco de Ribas Altell.
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