He
llamado a gritos al miedo y le he preguntado el porqué de esta soledad. Le he
dicho que tiene hasta el amanecer para responderme. Luego ya no habrá más
oportunidades. No se escribir sobre el miedo, quizá en este momento no lo siento. Hoy solo quiero que te quedes conmigo en esta triste tarde de
invierno, cálida e insoportable. Te lo digo a ti, oh musa que rige los
destinos. No quiero ser una persona más que camina por el sendero equivocado.
No quiero vender mi amor al viento que sopla esta tarde. No quiero ver más
gatos abandonados en la calle.
Esta mañana
mi reflejo en el espejo me ha dicho que seré una viejita rodeada de 40 gatos. Feliz
pero sola, y siento miedo de no encontrarte. De preparar comida para dos y que
siempre me sobre un tupperware que
irá destinado al fondo del congelador por si en otra ocasión siento hambre. Y lo
más seguro es que esa comida acabe en el fondo del cubo de la basura.
Inevitable
es pensar que nunca te voy a tener a mi lado complementándome. Que visitarás
infinitas camas y ninguna será la mía, porque no me quieres, porque no piensas
en mí, porque yo no merezco la pena para ti. Es más sencillo salir de la escena
cuando las luces ya se han apagado. Y agarrarte fuerte a tu soledad y aprender
un poco de ella.
He vivido
intentando adivinar de qué parte de la luz estás, de que me muestres tu otro
yo, pero no, nunca mostrarás tu cara oculta. Esa sólo la reservas para el día
de tu muerte. He vivido siendo terriblemente sincera contigo porque confiaba en
ti y en tus oídos sinceros. Y no me arrepiento de nada porque volvería a
cometer los mismos errores una y otra vez pensando que la vez siguiente, sería
la correcta.
Y aunque
duele este despropósito seré feliz con mis cuarenta gatos. Con mi miedo a estar
sola, con mis tuppers en el fondo del
congelador. Con el sentimiento de lo que pudo haber sido y no fue. Y con la
musa a mi lado porque aunque a veces desaparece, siempre vuelve junto a mi.