En el fragor de la batalla, cuándo los cuerpos se entrelazan, se dicen muchas estupideces. Duelen las mordidas en la piel, y los desgarros del corazón, y las embestidas que te matan lentamente. Duele desvestirse por última vez, duelen las caricias ambivalentes, duele, duele el corazón, cuándo existe un adiós predeterminado por el destino. A destiempo, duelen las miradas que traspasan tu coraza protectora, y estalla la tormenta interior y tu mundo gira de nuevo, sólo una vuelta de tuerca, suficiente para descolocarte de nuevo.
Sin razón, irracionalmente, te arrastra la corriente, y sin causa justificada te dejas llevar por el caudal del río hacía ninguna parte, porqué no existe un punto y final. Todos son finales abiertos, quién sabe si existe un mañana para esas dos personas que soñaban con la luna, y con experiencias trascendentales.
Tu allí, yo aquí, siempre tan diferentes y cada uno a su manera hemos visto esta historia. Estoy hecha de pasado olvidado, de presente realizable y de futuro probable. Déjame que contemple las estrellas de nuevo y siga sonriendo eternamente. El mundo está hecho para los locos y desequilibrados mentales, y yo formo parte de esta locura anecdótica.
Todo se verá, algún día el cielo me dará la razón.
Mis paranoias, mis escritos, mi vida, mis sueños, mis desastres más atroces, mis errores, mis aciertos, mis alegrías, mi erotismo. La vida sucede lenta y pausada. Ahí lo dejo.
viernes, 14 de febrero de 2014
Una vuelta de tuerca
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